De profundis

La puñalada no lo hirió a él sino a su sombra. Venciendo el deseo de replegarse, ella lo siguió, transida de dolor, por todo el mundo. Pero, habiendo perdido agilidad, entrabó sus pasos. Él con una cruel sacudida, desprendió a su fiel seguidora, para alejarse secundado por una nueva. La vieja sombra, abandonada en un rincón, se fue encogiendo alrededor de la dolorosa cicatriz, que poco a poco se convirtió en una perla.

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